miércoles, 24 de octubre de 2012

22-F



Hace ocho meses 51 personas perdían la vida en lo que se denominó la “tragedia de once”. Desde entonces el reclamo de los familiares sigue constante y diligente. El acto conmemorativo que tuvo lugar hace dos días en la estación de once, mostró que un grupo sigue preocupado por las acciones, nulas, en pro de evitar otro accidente de esa magnitud. Como sociedad estamos acostumbrados a tener un momento explosivo de lucha social cuando vemos muertes que se podrían haber evitado. Pero la anestesia social viene a nuestro rescate para recordarnos que tenemos que seguir con nuestra vida, y que el sistema debe seguir su curso.

La respuesta del Poder Ejecutivo respecto de la condición de los trenes dejó en claro su postura desde un primer momento: “Necesitamos saber qué pasó y quién es el responsable”, había expresado la presidenta, pocos días después del accidente, en un acto en Rosario.
Resulta llamativo, ¿no es el Estado el que debe regular que los grupos Roggio (Metrovías), Romero (Ferrovías) y UGOFE no hagan malversación de fondos?
Para la calma social la Justicia actuó relativamente rápido, para los tiempos judiciales argentinos. Estos días fueron citados a declarar por el juez federal Claudio Bonadío, Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime, ex secretarios de Transporte. Quienes apelaron este miércoles los procesamientos dictados en su contra, al igual que Claudio Sergio Cigliriano, titular de la firma Cometrans, controlante de Trenes Buenos Aires (TBA). También los familiares pidieron ayer que se cite a declarar al ministro de Planificación, Julio de Vido.
Pero si bien el accionar de la Justicia deja conformes a los allegados de las víctimas, estos continúan denunciando la indiferencia de los organismos gubernamentales, tanto nacionales como provinciales. Seguimos esperando que el Poder Ejecutivo nos permita saber que tiene conocimiento de lo ocurrido el 22 de febrero. Que así, como todos los días escuchamos hablar sobre el 7-D [día que vence una cautelar sobre la ley de medios], nos gustaría escuchar alguna vez sobre el 22-F."
Cada día millones de usuarios de las diferentes líneas de trenes viajan expuestos a un posible “22-F”.
Un informe de la Comisión Nacional de Regulación de Transporte (CNRT) reveló que en lo que va del año las víctimas fatales de siniestros ferroviarios creció un 30%, respecto del 2011 en el mismo período. En total, la CNRT contabilizó 1.205 accidentes en los que murieron 203 personas, y 1727 resultaron heridas.
La línea Sarmiento lidera la lista, con 92 víctimas (incluyendo las 51 de la Tragedia de Once). En el Roca hubo 56 y en el Mitre 26. Se calcula alrededor de 300 muertos fatales por año.
Comparado con los datos que revelan que ocurren 25 muertes por choques automovilísticos por día, viajar en tren pareciera ser lo más seguro. Pero el punto radica en quién es el responsable de tales accidentes, accidentes que no deberían ocurrir si las formaciones tuvieran el correcto mantenimiento.
Los grandes grupos empresarios que manejan la vida de estos millones de usuarios, parecen manos invisibles, nombres anónimos, hasta que surge una tragedia y entonces, es necesario responsabilizar a alguien. Dar nombres.
Los nombres deberían darse antes, como usuarios de los trenes no alcanza con un libro de quejas al que nadie presta atención.

Acostumbrados a viajar como ganado, será que reaccionamos sólo cuando ocurre una tragedia. Pero ¿cuánto dura esa indignación? ¿Qué se hace hoy para mejorar la condición de los trenes? Castigar a los culpables ¿supone prevenir futuros accidentes?
Los primeros días luego del 22 de febrero los pasajeros viajaban con temor, otros optaron por otros medios de transporte. Pero hoy parece que el resto de la sociedad nos conformamos con no viajar demasiado apretados en el tren, con que no nos roben, con que no cancelen el servicio para llegar a horario, pero no podemos ver más allá de lo inmediato.
Tal vez sea hora de no olvidar, pero que ese no olvido nos lleve a todos a reclamar un uso adecuado de los fondos, menos corrupción y trenes que lleguen a destino. Y que la frase “mejor prevenir que curar” no sea solo un eufemismo en nuestra sociedad.

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