Hace
ocho meses 51 personas perdían la vida en lo que se denominó la “tragedia de
once”. Desde entonces el reclamo de los familiares sigue constante y diligente.
El acto conmemorativo que tuvo lugar hace dos días en la estación de once,
mostró que un grupo sigue preocupado por las acciones, nulas, en pro de evitar otro accidente de esa magnitud.
Como sociedad estamos acostumbrados a tener un momento explosivo de lucha
social cuando vemos muertes que se podrían haber evitado. Pero la anestesia
social viene a nuestro rescate para recordarnos que tenemos que seguir con
nuestra vida, y que el sistema debe seguir su curso.
La
respuesta del Poder Ejecutivo respecto de la condición de los trenes dejó en
claro su postura desde un primer momento: “Necesitamos saber qué pasó y quién
es el responsable”, había expresado la presidenta, pocos días después del
accidente, en un acto en Rosario.
Resulta
llamativo, ¿no es el Estado el que debe regular que los grupos Roggio
(Metrovías), Romero (Ferrovías) y UGOFE no hagan malversación de fondos?
Para
la calma social la Justicia actuó relativamente rápido, para los tiempos
judiciales argentinos. Estos días fueron citados a declarar por el juez federal
Claudio Bonadío, Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime, ex secretarios de
Transporte. Quienes apelaron este miércoles los procesamientos dictados en su
contra, al igual que Claudio Sergio Cigliriano, titular de la firma Cometrans,
controlante de Trenes Buenos Aires (TBA). También los familiares pidieron ayer
que se cite a declarar al ministro de Planificación, Julio de Vido.
Pero
si bien el accionar de la Justicia deja conformes a los allegados de las
víctimas, estos continúan denunciando la indiferencia de los organismos
gubernamentales, tanto nacionales como provinciales. “Seguimos
esperando que el Poder Ejecutivo nos permita saber que tiene conocimiento de lo
ocurrido el 22 de febrero. Que así, como todos los días escuchamos hablar sobre
el 7-D [día que vence una cautelar sobre la ley de medios], nos gustaría
escuchar alguna vez sobre el 22-F."
Cada día millones de usuarios de las
diferentes líneas de trenes viajan expuestos a un posible “22-F”.
Un informe de la Comisión Nacional de
Regulación de Transporte (CNRT) reveló que en lo que va del año las víctimas
fatales de siniestros ferroviarios creció un 30%, respecto del 2011 en el mismo
período. En total, la CNRT contabilizó 1.205 accidentes en los que murieron 203
personas, y 1727 resultaron heridas.
La línea Sarmiento lidera la lista, con
92 víctimas (incluyendo las 51 de la Tragedia de Once). En el Roca hubo 56 y en
el Mitre 26. Se calcula alrededor de 300 muertos fatales por año.
Comparado con los datos que revelan que
ocurren 25 muertes por choques automovilísticos por día, viajar en tren pareciera
ser lo más seguro. Pero el punto radica en quién es el responsable de tales
accidentes, accidentes que no deberían ocurrir si las formaciones tuvieran el
correcto mantenimiento.
Los
grandes grupos empresarios que manejan la vida de estos millones de usuarios,
parecen manos invisibles, nombres anónimos, hasta que surge una tragedia y
entonces, es necesario responsabilizar a alguien. Dar nombres.
Los
nombres deberían darse antes, como usuarios de los trenes no alcanza con un
libro de quejas al que nadie presta atención.
Acostumbrados
a viajar como ganado, será que reaccionamos sólo cuando ocurre una tragedia.
Pero ¿cuánto dura esa indignación? ¿Qué se hace hoy para mejorar la condición
de los trenes? Castigar a los culpables ¿supone prevenir futuros accidentes?
Los
primeros días luego del 22 de febrero los pasajeros viajaban con temor, otros
optaron por otros medios de transporte. Pero hoy parece que el resto de la
sociedad nos conformamos con no viajar demasiado apretados en el tren, con que
no nos roben, con que no cancelen el servicio para llegar a horario, pero no
podemos ver más allá de lo inmediato.
Tal
vez sea hora de no olvidar, pero que ese no olvido nos lleve a todos a reclamar
un uso adecuado de los fondos, menos corrupción y trenes que lleguen a destino.
Y que la frase “mejor prevenir que curar” no sea solo un eufemismo en nuestra
sociedad.